![La Sustancia de Coralie Fargeat](https://static.wixstatic.com/media/d532c3_ea2950840fb3482c998db9eb7155b042~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_515,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/d532c3_ea2950840fb3482c998db9eb7155b042~mv2.jpg)
Hay muchas formas de interpretar “La Sustancia” de Coralie Fargeat. Sí, es una crítica a los estándares de belleza, a nuestra obsesión con la juventud, a la mirada patriarcal y la cosificación de la mujer, al pretty privilege, al capitalismo y su cultura “desechable”, a nuestra adicción a la novedad y nuestra costumbre a la inmediatez, a volver nuestro trabajo, nuestra identidad, a pensar que para ser amadas, hay que ser bonitas… ¿Y luego? ¿Qué más?
1. “La Sustancia” vs “La Pantalla”
Mi novio dice que cuando me veo al espejo, hago una cara que no es mía. Tiene razón. Hago duckface o “boca de pato”. Tenía 15 o 16 años cuando Facebook “explotó” en México. ¡La presión de abrir una cuenta! Y aún más grande, la presión de tu foto de perfil, tu tarjeta de presentación al mundo virtual.
Mi generación fue la primera que creció viéndose a sí misma a través de una cámara desde la comodidad de su casa. Se inventó “la selfie” y con ella, se democratizó la distorsión del ser. Si me tomo una foto desde arriba, los ojos se me ven más grandes, y no sale la papada. Si me tomo una foto desde abajo, estiro el cuello para que se vea más largo y me afile el rostro. Si me tomo una foto de frente, hago los hombros para atrás para que se marque la clavícula, dando la ilusión de que estoy más delgada. Y siempre, sí o sí, hago duckface, para que los labios se me vean más carnosos. Tan acostumbrada estoy a verme con boca de pato que juro y perjuro que esa es mi cara, pero mi novio, que me ve mucho más que yo, y sobre todo, me ve cuando “yo” no me estoy viendo, afirma lo contrario.
![Demi Moore en La Sustancia](https://static.wixstatic.com/media/d532c3_7737ec603865475495b1cc68d9398e32~mv2.webp/v1/fill/w_980,h_517,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/d532c3_7737ec603865475495b1cc68d9398e32~mv2.webp)
“La Sustancia” llega en una época en que todos accedemos a ella en su formato digital. Cualquiera con un teléfono inteligente y una cuenta de redes sociales puede tomar foto o video y, en tiempo real, manipularlo para verse con los ojos más grandes y un tanto más claros, la nariz más pequeña, los labios más carnosos, los pómulos más marcados, un poco más delgado, un poco más blanco. “Una mejor versión de ti”. Aquí, el trato no es una semana yo, y otra semana mi otro yo; los cambios son más rápidos, más violentos: los minutos que paso en el teléfono, creando contenido para entretener a mis seguidores, y los que paso siendo yo, tomando el transporte público, haciendo la compra, depilándome las piernas. Mientras tengamos teléfono, todos somos nuestra propia “Sue”. Siempre feliz, siempre risueña, siempre bella. Y mientras estemos vivos, todos somos nuestra propia Elizabeth Sparkle; a veces guapa, a veces no; a veces feliz, a veces no; pero siempre real, siempre envejeciendo. Es más, traduzcamos su apellido. “Sparkle”. Brillo o chispa. Un instante. ¿Qué es la juventud sino un instante?
La realidad es que no estamos hechos para semejante cosa. No necesito saber cómo me vería si mis ojos fueran miel en vez de cafés o si me quitara los cachetes. No necesito saber “el potencial de mi belleza” según los estándares pedófilos, Eurocéntricos, y francamente ridículos de mi sociedad. Pero ahí está. La posibilidad de una mejor versión de mí en mi propia mano.
Una de las partes más tristes de la película es cuando Elizabeth, con el dedo ennegrecido a causa de sus abusos bajo la piel de Sue, quiere “terminar la experiencia”. “¿Segura? Volverás a ser sólo tú”, le dice el hombre de servicio a cliente. Después de una larga pausa, Elizabeth decide continuar. Ella no quiere ser sólo ella, porque aquí y ahora, ser yo, como soy, es insuficiente. Siempre puedo ser más delgada, más joven, más blanca, más rubia, más bronceada, tener más curvas, estar más firme, ser más femenina, tener más dinero, más propiedades, más influencia. Más. Más. Más. En una cultura donde todo es suma, la normalidad es resta. ¿Cuándo fue la última vez que te tomaste una foto sin filtro?
Ahora que ya sé cómo me puedo ver, el siguiente paso es hacer lo que tenga que hacer para lograrlo ¿no? En la película vemos la desesperación de la pobre mujer: un callejón sucio y oscuro, una puerta a medio abrir; y la peor parte: las brutalidades que comete una y otra vez contra su propio cuerpo. Diría mi abuela (y también mi madre), “la belleza duele”. Abuso, tras abuso, tras abuso.
![Margaret Qualley en La Sustancia.](https://static.wixstatic.com/media/d532c3_0c425735f4be4c7482a338896f948873~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_515,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/d532c3_0c425735f4be4c7482a338896f948873~mv2.jpg)
2. La Sustancia y El Tiempo
Mi primera dieta fue a los 12 años. La única regla a seguir era comer menos de 1000 calorías al día. No sé cuánto tiene que comer una chica al inicio de su pubertad, pero no creo que 1000 calorías sean suficientes. Ahora, sabemos que hay que monitorear nutrientes en vez de contenido calórico, pero en ese entonces, lo único que sabía, era que quería ser delgada. Recuerdo la frase en múltiples foros de anorexia y bulimia “Nada sabe tan bien como la sensación de estar delgada”. Por suerte, mis periodos de anorexia no duraban más de 3 meses, así que, hasta donde sé, mi cuerpo se desarrolló con normalidad. Las tonterías que hice en mi juventud con tal de verme “mejor” no afectaron a mi yo de ahora. Pero no todos pueden decir lo mismo.
La actriz y activista Británica Jameela Jamil es muy vocal sobre el daño que hizo a su salud a causa de los trastornos alimenticios que, en su adolescencia y gran parte de sus veintes, gobernaron su día a día. “Mis riñones están destrozados, mi densidad ósea está por los suelos. Tengo 38 años y me siento terrible. ¿Y todo para qué?” Dos décadas de ansiedad y tortura para salir “bonita” en las fotos, la pasarela, y la pantalla. Y ahora, medicamentos y un doctor tras otro.
Jameela, a través de “I Weigh” en Instagram, nos motiva a pensar en nuestro yo “del futuro”. “Haz cosas hoy que tu yo dentro de 20 años te agradecerá.” Más allá de cómo te quieres ver, ¿cómo te quieres sentir? A los 50, a los 60, a los 70. Los abusos que cometemos en nuestra juventud, los pagamos en nuestra vejez. ¿No desayunaste todos tus 20? ¡Gastritis en tus 30! ¿No te nutriste en tus 30? ¡Osteoporosis en tus 40! ¿No hiciste músculo en tus 40? ¡La peor menopausia de tu vida te espera en tus 50!
![La Sustancia de Coralie Fargeat](https://static.wixstatic.com/media/d532c3_fe36c5719d944840854d8d2ca0c20f9a~mv2.webp/v1/fill/w_980,h_580,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/d532c3_fe36c5719d944840854d8d2ca0c20f9a~mv2.webp)
“¡¿Por qué no te puedes controlar?!” Se gritan mutuamente Elizabeth y Sue. “Un día más, un día más”, decía Sue, dejando a Elizabeth pudrirse en el closet. “Un kilo menos, un kilo menos”, ¿qué le estás haciendo a tus niveles de azúcar? ¿Cómo está tu colesterol? La juventud comiéndose a su propia vejez no es algo que sólo pasa en “La Sustancia”, millones lo hacemos todos los días, sacrificando una vejez digna por una juventud que brilla un segundo.
"La Sustancia” hace un buen trabajo al pintar a Elizabeth como una víctima del sistema, de la industria, y de nuestra sociedad. De hecho, es la víctima perfecta. ¿Saben qué impide que cualquiera de nosotros nos volvamos Elizabeth? Nuestra comunidad. Nuestros amigos, nuestra familia, nuestra pareja. Ella está sola. No tiene conexiones “reales” que la vean más allá de la cara de pato que hace a la cámara. A lo largo de la película, nada señala que sea mala persona; en realidad, no trata mal a nadie, más que a sí misma. Podemos teorizar el por qué de su soledad pero la película no nos ofrece una explicación. Quizás, porque no la hay. Porque no importa por qué está sola o no. Lo que importa es que lo esté, porque sin otros que le reflejen quién es y reafirmen su identidad “real” más allá de las cámaras y las poses, es la víctima perfecta de nuestro mundo moderno.
¿Cuál es, para mí, la moraleja de “La Sustancia”? La única protección contra la brutalidad y lo absurdo de la actualidad son las relaciones humanas. Formar comunidad y priorizar la conexión auténtica, son el único antídoto.
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