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“Tótem” de Lila Avilés: Un Duelo A La Mexicana

Alana Chávez
Sol, protagonista de Tótem
Crédito: Imagen: MoMA

Hablar de duelo es hablar de estar vivos. Cada noche despedimos un día que se fue; cada cumpleaños, una versión más joven de nosotros mismos; cada año nuevo, un ciclo que queda atrás. Las graduaciones, los cambios de trabajo, las mudanzas… Día tras día, perdemos algo. O, como en Tótem de Lila Avilés, “soltamos”.


La película abre con Sol, una niña de nueve años, y su madre, Lucía, en un baño público. La escena tiene un tono cómico: llevan ahí un buen rato, y por los golpes impacientes en la puerta y la expresión de la madre, intuimos que ha sido demasiado. “¡Ya, Sol! Suéltalo”, le dice Lucía entre risas. Sin embargo, pronto entendemos que este “soltar” es más profundo que lo literal; es una metáfora que anuncia la esencia de la historia.


Tótem es, como diría Gabriel García Márquez, una crónica de una muerte anunciada, vista a través de los ojos de una niña. Sol intenta, con la inocencia propia de su edad, celebrar el cumpleaños de su padre en casa de su familia paterna, donde espera ansiosa por verlo. Desde el momento en que cruza la puerta, su primera pregunta es: “¿Puedo ir a ver a mi papá?”. Pero, no importa cuántas veces, de qué forma o en qué momento lo pregunte, la respuesta siempre es la misma: no. Sol se pierde en el bullicio y en el incesante ir y venir de su familia, absorbida en los preparativos de la fiesta, mientras ella sigue buscando respuestas que no llegan.


Tótem de Lila Avilés
Crédito: Imagen: Janus Films

La historia transcurre en un solo día, desde las preparaciones de la fiesta hasta su conclusión. Cada miembro de la familia se entrega a una tarea, aferrándose a ella como si de ello dependiera su vida, o, como aprenderemos después, la de Tonatiuh (“Tona”), el padre de Sol. 


Dato curioso: ¿Sabías que según la mitología mexica, Tonatiuh es el Dios del sol? Tona, el padre de Sol, es de una forma u otra, su dios. 


Como buena familia latinoamericana, el pensamiento mágico florece como refugio en medio del duelo, apareciendo desde la primera escena. Sol le confiesa a su madre que, al soplar la vela de cumpleaños, pedirá que su padre no muera. Ese mismo deseo impulsa a su tía Alejandra a contratar a una “bruja” para limpiar las malas vibras de la casa, aunque la enfermera Cruz siga sin recibir su sueldo. Este es también el impulso que lleva al tío Napo a organizar una sesión de “terapia cuántica” para los primeros invitados, como si el ritual pudiera frenar lo inevitable


Cuando los personajes ya no pueden aferrarse a la fantasía, se agarran de lo que pueden en el plano terrenal. La tía Alejandra insiste en hacer la fiesta a pesar de la oposición de sus hermanos y su padre; la tía Nuri, entre copas y lágrimas, se esmera en hornear el pastel perfecto, probablemente el último que hará para su hermano. La desesperación y la angustia en todos los involucrados son palpables y, en algún momento, todos quisiéramos decirles lo mismo que Lucía le dice a Sol: “¡Ya! Suéltalo”.


Tótem, Lila Avilés
Crédito: Imagen: Tótem

El humor actúa aquí como un bálsamo ante la inevitable procesión hacia la muerte. Las dinámicas familiares en Tótemnos muestran a una familia como tantas otras en México, especialmente en el centro del país. Vemos al abuelo, el patriarca olvidado; a las tías Nuri y Alejandra, quienes, ya en sus treinta, siguen viviendo con su padre; y a la abuela, la matriarca que, aunque fallecida, sigue presente a través de la recámara donde murió, el mismo lugar donde ahora Tona espera su final.


La historia es un viaje de resistencia, una incapacidad compartida para soltar que comienza y termina con Sol. Cuando finalmente le permiten ver a su padre, ella comprende, junto con nosotros, por qué habían evitado el encuentro: el hombre ya está en sus últimos momentos. En la intimidad de la recámara de los enfermos, Tona, Lucía y Sol se despiden en silencio, sin necesidad de palabras. Sol pierde la última chispa de esperanza y se resigna a soltar. Al llegar el momento de soplar la vela y pedir el ansiado deseo, se queda inmóvil. En la siguiente escena, la recámara, que fue de la abuela y luego de Tona, yace vacía.

 

La muerte, tan anunciada a lo largo del largometraje, finalmente se hace presente; sin embargo, es una muerte que se celebra. Más que un festejo por la vida que vendrá, la fiesta es un homenaje a la vida que fue. Un funeral anticipado, donde los discursos de los amigos de Tona en plena noche refuerzan esta sensación de despedida, rodeados de seres queridos, enfrentando la pérdida en comunidad y encontrando refugio unos en otros.

 

“Tótem” es un agridulce reflejo de la experiencia humana que nos recuerda que, si algo duele al perderlo, es porque realmente valió la pena. Lo sufrimos y lo lloramos precisamente porque, en su momento, nos hizo felices. Jamás, jamás, soltar será tan sencillo como decir: “¡Ya! Suéltalo”.

 

Otro dato curioso: según la mitología mexica el dios Tonatiuh quien creó las flores de cempasúchil. Feliz Día de Muertos.





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