A simple vista, Vidas Pasadas parece ser la historia de un amor que no fue contada en tres actos. En el primer acto, vemos como Nora y Hae Sung se separan a los 10 años tras la migración forzada de Nora a América. Digo "forzada" porque, aunque la familia se muda voluntariamente a Canadá, la niña, entonces llamada Nae Young, se marcha no por deseo propio, sino por la decisión de sus padres, aunque ella insista en lo contrario. Es interesante cómo su mente infantil intenta encontrar agencia en medio del caos. En su último día de escuela, cuando sus compañeros le preguntan por qué se va, responde con un simple: “Porque quiero”. Si familias enteras se mudaran de país cada vez que un niño de 10 años lo decidiera, la mitad de la población mundial viviría en Disney.
Estamos hablando de una niña que, en teoría, no tenía ninguna razón para mudarse a otro país donde todo es diferente, especialmente ella misma: su piel, su ropa, su idioma. Pasa de tener amigos y un primer amor a estar completamente sola en el patio del recreo. Es en ese momento cuando Nae Young desaparece - porque tiene que desaparecer, no hay forma de que sobreviva - y surge Nora, su nuevo nombre en América.
Años después, cuando Nora y Hae Sung reconectan, él sigue llamándola por su nombre coreano, a lo que ella responde: “Ya nadie me llama así. Solo mi madre”. Su coreano también está un poco oxidado: “Solo lo hablo con mi madre”. Podríamos sobreanalizar y decir que “madre” no es sólo su madre biológica, sino también a su tierra natal, su madre patria, Corea. Solo en Corea, ella es Nae Young.
En el segundo acto, Nora y Hae Sung reconectan y entablan una especie de relación a distancia, que finalmente se desmorona debido a la diferencia de horarios y a la decisión de Nora de quedarse en Nueva York a construir una carrera y forjarse una vida como dramaturga. Cuando Nora le dice a Hae Sung que no pueden seguir en contacto, uno podría pensar que está rechazando al hombre, pero en realidad le está diciendo que no a Corea. “Debería de estar pensando en mi trabajo, en vez de eso, me la paso buscando vuelos a Seul”, le confíela en pleno rompimiento. Ella no quiere volver a ser Nae Young; no sabría cómo. Pero sabe ser Nora, conoce a Nora mucho más que a Nae Young, de la misma forma que conoce mejor América que Corea. En Corea apenas puede hablar el idioma; en Estados Unidos, acaba de ser seleccionada para una residencia literaria. ¿Quién tiene un mejor dominio del lenguaje que un escritor?
El tercer y último acto es el reencuentro en persona entre Nora y Hae Sung. Ella está casada; él, de vacaciones tras una ruptura amorosa. Hae Sung es un hombre atractivo; como Nora le comenta a su esposo, lo es de esa manera en que solo un coreano puede serlo. Pero, ¿sabes qué más es atractivo? La vida que Nora no vivió. Ni nosotros ni los protagonistas podemos evitar pensar que, si ella se hubiera quedado en Corea, probablemente habría tenido una relación con Hae Sung, tal vez incluso se habría casado con él. ¿Qué más habría sido distinto si no se hubiera ido? Sería otra versión de sí misma. "Llorabas todo el tiempo", le recuerda Hae Sung durante el reencuentro. "Lloré y lloré, pero a nadie le importó. Ya no lloro", responde ella. Sin embargo, al final de la película, cuando ambos se despiden aceptando que nunca fueron ni serán, Nora rompe en llanto, desconsolada, en los brazos de su esposo.
¿Llora por el hombre? Quizás, pero sobre todo llora por la vida que no vivió. Llora por la niña que habría crecido rodeada de amigos, jugando, bromeando, riendo en su propio idioma. Llora por la adolescente cuyo primer beso pudo haber sido el de su primer amor. Llora por la mujer que habría tenido una relación "marcada por el destino" con Hae Sung. En muchos sentidos, una vida más fácil. "¿Sabías que cuando hablas en sueños, lo haces en coreano?", le pregunta su esposo. Para Nora, Corea es un sueño, pero como todos los sueños, en algún momento hay que despertar.
Hae Sung no es solo la representación de Corea, sino de la Corea que una niña recuerda: idealizada, cálida, colorida. Cuando Hae Sung le cuenta a Nora por qué terminó con su novia, no habla de sentimientos, sino de no cumplir con los requisitos para ser un buen marido para una mujer que, como hija mayor de una familia respetable, merece más. Nora, por su parte, se casa para obtener la Green Card. Las diferencias culturales son brutales. Incluso si Nora quisiera volver a integrarse en Corea, no podría, no la entiende, porque Nora nunca vivió allí, solo Nae Young lo hizo, y Nae Young solo existe, a veces, en la memoria de su primer amor, quien solo la recuerda en momentos difíciles: la universidad con sus jornadas interminables de estudio, y la ruptura de su relación. Para Hae Sung, ella también es un escape a un tiempo más sencillo, a una vida que no fue. ¿Y quién no ha fantaseado alguna vez con la vida que no fue?
Vidas Pasadas es la historia de un amor que no fue, contada en 3 actos, entre una niña y su país. A través del romance, explora la realidad de un migrante que, aunque no sufrió hambre ni necesidad económica, sufrió de otros tipos de escasez: la sensación de pertenencia, el sentido de identidad. Tuvo que reinventarse para encajar; de alguna forma, perderse a sí misma, o cuando menos, a su futuro imaginado. Nora es una mujer inmigrante; de hecho, es lo único sobre lo que escribe. Aunque es coreana, en realidad es coreano-canadiense, lo que no es lo mismo, pero tampoco significa ser completamente canadiense. De ahí surge el atractivo de volver a ser Nae Young, de no tener que esforzarse por pertenecer. Pero la vida no es así. Y su vida, así no fue. Nae Young es la Vida Pasada de Nora (de ahí el título de la película); su presente son Nueva York, Arthur y el teatro. Quizás en otra vida…
Comments